Cuando la oscuridad nos toca: del apagón en la península, a la falta de electricidad en el Sur Global

Actualizaciones

El apagón que afectó el lunes 28 a distintas zonas de la península, aunque breve, fue un recordatorio importante. Nos mostró cuán dependientes somos de la electricidad para satisfacer nuestras necesidades básicas. Cocinar, conservar alimentos, trabajar, estudiar o comunicarnos se volvieron tareas complicadas sin energía. Bastaron unas horas para alterar nuestra rutina y generar preocupación.

Sin embargo, ¿qué ocurre cuando ese apagón no es puntual, sino diario?

¿Qué hubiese pasado si en lugar de unas horas, el apagón hubiese durado unos días? ¿O unas semanas? ¿O meses? ¿Y si hubiera sucedido en pleno invierno, con temperaturas bajo cero?¿Hubiésemos vivido una situación similar a la de la pandemia de Covid-19? ¿Incluso peor? ¿Cómo de resiliente es nuestra sociedad? Estas son solo algunas de las preguntas que nos podríamos hacer, y la mayoría de las respuestas seguramente no serían muy halagüeñas.

Actualmente, más de 700 millones de personas en el mundo permanecen sin acceso a electricidad. Muchas viven en zonas rurales de África, Asia y América Latina. En cambio, otras lo hacen en contextos urbanos marcados por la pobreza. Además, en zonas de conflicto como Gaza, Yemen, Haití o el Sahel, la situación es aún más crítica. Allí, los cortes de electricidad son permanentes o las infraestructuras han sido destruidas.

Por ejemplo, en Gaza, miles de personas sobreviven con solo unas pocas horas de electricidad al día. Incluso los hospitales enfrentan esta escasez energética cada día. Como resultado, se pone en riesgo la vida de pacientes y la conservación de alimentos o medicamentos. También dificulta tareas básicas como bombear agua o mantener la higiene escolar. En estos lugares, el apagón no es noticia: es rutina.

La energía: un derecho, no un privilegio

La energía no solo enciende bombillas. También sostiene el desarrollo, la salud, la educación y la dignidad humana. El Objetivo de Desarrollo Sostenible 7 lo deja claro: garantizar acceso a energía asequible, segura, y sostenible es una prioridad global.

Por esta razón, muchas organizaciones no gubernamentales, pero también entidades de la Economía Social y Solidaria o de las Finanzas Éticas, apostamos por impulsar modelos energéticos más sostenibles e inclusivos. Y ello es especialmente relevante en los países del Sur Global, donde este derecho básico todavía está muy lejos de ser una realidad. En estas zonas más necesitadas, no nos limitamos a instalar paneles solares, sino que colaboramos estrechamente con organizaciones que buscan empoderar comunidades, reducir desigualdades y apoyar fórmulas empresariales transformadoras.

Desde Oikocredit, trabajamos para que un futuro justo y sostenible llegue también a las regiones más olvidadas. Porque, al fin y al cabo, la luz no debería depender del lugar donde naces.

¿Con quién colaboramos?

En Oikocredit apoyamos a muchas empresas sociales que están marcando la diferencia en este campo, como por ejemplo:

  • SolarNow, en Uganda: ofrece sistemas solares domésticos para iluminación, refrigeración y pequeños electrodomésticos.
  • Bboxx, en 11 países africanos como Togo o Guinea Conakri: proporciona energía solar con pago por uso.
  • M-KOPA, en Kenia, Uganda y Nigeria: combina energía solar y financiación digital para personas con bajos ingresos.
  • ECLOF, en Kenia: ofrece microcréditos para adquirir cocinas limpias y sistemas solares.
  • Burn Manufacturing, en Kenia y Nigeria: fabrica cocinas limpias que reducen el uso de leña y los problemas de salud.

Gracias a estas iniciativas, no solo se iluminan hogares, sino también futuros. Cada lámpara solar o cada cocina de biomasa representa más oportunidades: estudiar, emprender, conservar alimentos. En definitiva, vivir con dignidad.

¿Qué nos enseña un apagón?

Es cierto que de este apagón podemos aprender también que hay muchas cosas superfluas en nuestro día a día, y que, –teniendo las necesidades básicas cubiertas-, podemos ser perfectamente felices con menos. De hecho, los estudios sobre felicidad apuntan a unos pocos factores clave que marcan la diferencia, y prácticamente ninguno de ellos requiere energía eléctrica.

Y es que cuando en la península ibérica nos quedamos sin luz, sentimos incomodidad, incertidumbre o incluso miedo. Pero para millones de personas en el mundo, ese “apagón” nunca termina. Insistimos, la diferencia es clara: para ellas no es una excepción, sino la norma. Afortunadamente hay alternativas, y desde nuestras decisiones de consumo responsable, desde la colaboración con organizaciones de cooperación internacional, o dando un uso ético a nuestros ahorros, podemos contribuir al cambio de modelo y construir una sociedad más resiliente, justa y sostenible. ¡Cada Kw cuenta!

Acceso a la energía en África